En un ojo normal, los rayos de luz que atraviesan las dos lentes del ojo (córnea y cristalino) se desvían y convergen en la retina (una especie de película fotosensible -formada por células visuales- situada en la parte trasera del ojo), desencadenando una serie de fenómenos químicos y eléctricos que finalmente se traducen en impulsos nerviosos que son enviados hacia el cerebro por el nervio óptico.
Cuando los rayos no convergen en la retina, los objetos no se perciben con nitidez. Este desenfoque visual (distancia focal ánomala) puede corregirse mediante lentes graduadas con dioptrías, que pueden ser convergentes o divergentes.
A mayor número de dioptrías se necesita una mayor corrección. Una lente que tiene una dioptría puede enfocar los rayos de luz a 1 m; la de dos dioptrías los hace converger a 50 cm, y la de 3 dioptrías a 33 centímetros etc.
Es fácil adaptarse a unas lentes cuando tienen poca graduación o dioptrías.
En lentes de alta graduación, se necesitan unas 3 semanas para que el cerebro se adapte a los cambios visuales que brindan las nuevas lentes, y coordine el movimiento de la mano y de la cabeza con el de los ojos.
Se presentan cuatro casos: miopía, hipermetropía, astigmatismo y presbicia.
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